Maras

Maras se encuentra a 40 kilómetros del Cuzco, en el Valle Sagrado de los Incas. Se sitúa a 3,375 msnm.
La mina de sal de Maras es un lugar conocido desde tiempos inmemoriales, y del cual los Incas también se beneficiaron. Vale la pena recordar que los Andes poseen, en su geografía, una riqueza incalculable de flora, fauna y minerales; y si algo faltaba para que las sociedades organizadas realizaran una vida de privilegio, simplemente lo creaban o buscaban los escenarios donde encontrar lo que necesitaban.
La sal es arrastrada por un manante de agua temperada, y dirigida por una red de pequeños canales que la conducen hacia los miles de estanques, donde el agua descansa y por un proceso térmico de evaporación deja como residuo el mineral en su suelo, pronto para ser recogido. Son miles de estanques donde se almacena el agua, que transporta el llamado, por algunas sociedades del pasado, “oro blanco” o “arena blanca”. Y de una manera muy ingeniosa se siguen construyendo y restaurando estos estanques que devienen en terrazas; siendo las estaciones las que condicionan su producción. Especialmente en el invierno andino, es cuando la cosecha se convierte más prospera, permitiendo hacer una selección de sus calidades, y después de adicionarle yodo esta pronto para su consumo. En la vida, las sales son las responsables de proveer a nuestro organismo los minerales necesarios, y garantizar un buen estado de salud.
La madre tierra bendijo a quienes vivían en el valle sagrado, dándoles salares que brotan de aproximadamente 4 vetas de agua salada. Estos fueron utilizados por los primeros habitantes de estos valles y por los incas. Aquí se pueden observar sobre la roca natural pequeñas construcciones hechas de barro y adobe. También se observa cómo los incas hicieron un almacén de esa piedra salada que se encuentra sobre las minas de sal que aún se conservan en la actualidad. Actualmente, existen alrededor de 3000 reservorios de sal de 5 a 10 metros cuadrados cada uno. El proceso comienza con el llenado de cada depósito cada 3 a 4 días cuando hay suficiente sol y en cuanto se secan se vuelven a rellenar con agua hasta que haya una altura de 10 centímetros de sal acumulada. Luego, la sal seca se golpea con madera y la primera capa que se raspa califica para el consumo humano. La segunda capa es para animales y la tercera es para tierras cultivadas.
El origen de esta agua sigue siendo un misterio que nadie ha podido descifrar. Solo se sabe que llevan miles de años funcionando y que benefician a las familias humildes en los Andes.